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El Senado de Brasil votaría el miércoles por remover a la suspendida presidenta Dilma Rousseff, lo que finalizaría un proceso de destitución de nueve meses y confirmaría un giro a la derecha del país con el fin de 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores.

Los partidarios de Rousseff parecen resignados a la probabilidad de que más de dos tercios de los 81 escaños senadores votarán para condenarla por las acusaciones de haber violado las leyes de presupuesto del país.

La primera mujer presidente de Brasil ha negado los cargos y dice que el proceso de destitución pretende proteger los intereses de la élite económica de Brasil.

Si es declarada culpable, una difícil transición recaerá en su ex vicepresidente conservador, Michel Temer, que ha servido como presidente interino desde que el juicio del Senado comenzó en mayo, y deberá finalizar el mandato hasta el 2018.

Temer se ha comprometido a sacar a la economía de su peor recesión desde la década de 1930 y a poner en práctica medidas de austeridad para tapar un creciente déficit presupuestario que costó a Brasil la calificación de crédito de grado de inversión el año pasado.

Pero incluso un votación abrumadora para remover a Rousseff no significaría un camino fácil por delante para Temer, en medio de señales claras de resistencia en el Congreso a sus propuestas para limitar el gasto público y reformar las pensiones.

Su Gobierno también corre el riesgo de verse sumido en una investigación de sobornos en la petrolera estatal Petrobras, que ya salpicó a decenas de políticos de la coalición de Rousseff.

El escándalo, que ha empañado al Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de Temer, podría entorpecer los esfuerzos por restaurar la estabilidad en la política de Brasil y la confianza en su economía.

Temer está tan seguro del resultado del juicio político que tiene programado un discurso a la nación el miércoles. A continuación viajará a China para una cumbre del Grupo de los 20 (G-20) con la esperanza de asegurar compromisos comerciales y la inversión, dicen sus asesores.

La popularidad de Rousseff cayó a un solo dígito este año debido al escándalo de corrupción de Petrobras y por una profunda recesión que muchos brasileños creen fue ocasionada por las políticas intervencionistas de su Gobierno.

En un emotivo discurso el lunes, Rousseff comparó el juicio político con su persecución durante la dictadura militar brasileña desde 1964 a 1985, cuando fue torturada por los servicios de seguridad por pertenecer a un grupo de guerrilla urbana izquierdista.

Si el Senado decide la remoción de Rousseff, la presidenta será el primer líder brasileño que debe dejar su cargo antes de tiempo desde 1992, cuando Fernando Collor de Mello renunció antes de su inminente enjuiciamiento por corrupción.