Algunas personas nunca están conformes con lo que hacen y sienten que siempre les falta algo para lograr la perfección o la felicidad total. La realidad es que no existe un perfeccionista feliz. Entonces, la pregunta a hacernos es: ¿Qué cambios puedo implementar para disfrutar tanto del proceso como también del suceso de los acontecimientos?
Supongamos que estás escalando una montaña. Has ascendido 800 metros y te faltan 200 metros para llegar a la cima. Podés hacer tres cosas: (1) mirar lo que aún resta por ascender (perfeccionismo), (2) mirar solamente lo que lograste (conformismo), (3) mirar aquello que lograste y también lo que todavía te falta lograr. Todo escalador tiene que "hacer tienda" y mirar hacia atrás para motivarse, pero siempre desafiarse por la meta a alcanzar.
¿Cuál es la diferencia entre un músico que pasa horas ensayando y un futbolista que busca la perfección? ¡Que uno lo disfruta y el otro lo sufre! El músico la pasa bien, mientras que el perfeccionista la pasa mal. El placer o la insatisfacción marcan la diferencia. Aquel que disfruta también se exige a sí mismo y establece metas altas, pero al mismo tiempo disfruta del suceso y del proceso; es decir, disfruta el camino, el esfuerzo y el logro, y acepta los fracasos. Esta clase de persona que se automotiva consigue disfrutar de cada momento, mientras que el perfeccionista vive estresado. Por esa razón, no existe tal cosa como un perfeccionista feliz.
En la vida tenemos que reconocer los logros y ser agradecidos por ellos para ser capaces de ir por más. En otras palabras, disfrutemos de todo lo que hemos alcanzado y corrijamos los errores para no volver a cometerlos. Si sólo vemos lo que hacemos bien, no podremos crecer, porque estaremos negando nuestros puntos débiles. Por otro lado, si sólo vemos nuestras equivocaciones, nos castigaremos y no encontraremos la motivación suficiente para seguir adelante. Una buena estrategia consiste en ver siempre ambas caras: los aciertos que deben ser celebrados y los errores que deben ser corregidos.
Desarrollar el hábito de ver el vaso medio lleno nos permite ser personas satisfechas y agradecidas por sus logros. En cambio, si solemos ver el vaso medio vacío, tendemos a la expansión y somos amantes de los desafíos. Si solamente vemos el vaso medio lleno, corremos el riesgo de no buscar sumar conquistas a nuestra vida; si solamente vemos el vaso medio vacío, corremos el riesgo de convertirnos en seres desagradecidos. Como ya dijimos, lo mejor es ver ambos lados: el vaso medio lleno para ser agradecidos y el vaso medio vacío para ser conquistadores. En esto consiste el éxito, en ver los dos caminos en paralelo, no uno u otro.
LOS ACIERTOS DEBEN SER CELEBRADOS Y LOS ERRORES, CORREGIDOS. EN LA VIDA TENEMOS QUE RECONOCER LOS LOGROS Y SER AGRADECIDOS POR ELLOS PARA SER CAPACES DE IR POR MÁS
Satisfacción: reconocer los logros y ser agradecido por ellos. Expansión: reconocer lo que aún podemos lograr e ir siempre hacia lo nuevo.
La meta a alcanzar es tan importante como el camino a transitar. Un avión, por ejemplo, asciende y desciende permanentemente durante el vuelo, pero eso no es lo más importante, sino el hecho de ir en la dirección correcta (el objetivo). Por otro lado, no necesitamos saber siempre todo. La creencia de que debo hacerlo todo perfecto y debo saberlo todo es una mochila difícil de llevar a cuestas. Aunque no tenga conocimiento alguno sobre motores, puedo subirme a un avión o conducir mi coche, lo cual no me impide llegar a destino. El perfeccionista cree en el mito que dice: "Si lo sé todo, seré capaz de llegar".
Tres rasgos del perfeccionista que le ocasionan sufrimiento:
1) Le preocupa mucho equivocarse al realizar una tarea
Si comete un error, siente que todo se derrumba. Se dice a sí mismo: "Tengo que evitar los errores y los desastres". Exigirse es bueno, pero si el objetivo es sólo evitar las críticas, no sirve de nada.
2) Tiene metas ilógicas
Sus metas son muy difíciles de alcanzar. Por ejemplo, se propone bajar 10 kilos en una semana o pretende formar la pareja ideal en un mes. Va detrás de un imposible que él mismo se construyó. Por tal motivo, siente siempre displacer y no se alegra cuando hace algo bien.
3) Le cuesta mucho relajarse
El perfeccionista piensa: "Si es perfecto, es valioso, pero si no es perfecto, no sirve"; "si lo hago a la perfección, me amarán"; "nunca alcanzo a complacer a los demás ni a mí mismo"; "todo se mide en términos de logros y resultados".
Necesitamos hacer las paces con nuestras debilidades, porque cuando podemos sacarlas a la luz, nos hacemos fuertes. Nuestra fortaleza reside en saber qué cosas nos causan temor, ante qué cosas somos vulnerables, y decidir vencer esos enemigos internos para lograr avanzar. Aceptar nuestras debilidades, sin esconderlas ni avergonzarnos de ellas, nos permitirá modificar toda conducta de perfeccionismo que termina por frustrarnos para adquirir el hábito del aprendizaje y el crecimiento continuos.
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