INTERNACIONALES
12 de junio de 2015
Los 100 años de David Rockefeller
Hoy cumple años uno de los máximos íconos empresariales y de la cultura de Nueva York. Artífice de Chase Manhattan Bank, fue una figura clave y de consulta para decenas de presidentes y ministros del mundo
Quizás haya esperado a la medianoche para saber que su vida llegó al centenar de años. O tal vez siguió su infatigable rutina y se haya despertado hoy bien temprano para celebrar con una mueca su cumpleaños número 100. David Rockefeller, hijo menor de John D. Rockefeller Jr. y de Abby Aldrich, nació el 12 de junio de 1915 en 53th West Street de Manhattan, Nueva York, desde donde construiría no sólo un emporio bancario, sino también una vida destinada a la filantropía y las artes.
Desde edad muy temprana, los genes de David se dividieron claramente en dos. De su padre heredaría la naturalidad para los negocios, la disciplina, el sentido de pertenencia y la filantropía. En cambio, su madre descargaría en él la pasión por el arte. Su casa, una mansión de nueve pisos en el corazón de la ciudad, era una galería de obras de todo el mundo. En el segundo piso de esa vivienda señorial y colmada de estilo, convivían la música y piezas artísticas para el deleite familiar y de los múltiples invitados que a diario desfilaban por sus pasillos.Nieto de John Davison Rockefeller -fundador de la compañía petrolera Standard Oil-, David dedicó sus años de estudios a las prestigiosas universidades de Harvard y Chicago, fundada por su emprendedor abuelo. En la primera se graduó en 1936 en Ciencias, mientras que en la otra se doctoró en Economía en 1940, año en el que comenzaría su vida en matrimonio. En Harvard University, su director fue Joseph Schumpeter, un reconocido académico de Austria, ex ministro de Finanzas de ese país y catedrático destacado por sus novedosas teorías sobre los ciclos económicos. Al finalizar sus altos estudios, David se inclinó por pocos años al sector público: trabajó brevemente para el alcalde de la ciudad de Nueva York y luego en la Oficina de Defensa, Salud y Bienestar del gobierno de los Estados Unidos. La longevidad en los Rockefeller se remonta al fundador del imperio, quien murió a los 97 años y dedicó sus últimas décadas de vida a la filantropía, casi una norma y mandato familiar. La tradición impuso a sus miembros una cultura de austeridad rígida, proveniente de su confesión protestante. Su padre, John Davison II, también nació bajo una estricta disciplina que éste a su vez transmitió a los nietos del fundador de la dinastía. El segundo de la dinastía empresaria tendría oportunidad de mostrar su temple y su capacidad de gestión en un durísimo conflicto con alrededor de 10 mil mineros de una empresa perteneciente al holding. Una huelga de enormes proporciones tenía lugar en una de las minas en Colorado. Enfrentamientos entre autoridades federales y sindicalistas habían terminado con la vida de varios de ellos. John Davison II decidió enfrentar la situación en persona, pese a la resistencia ofrecida en su núcleo íntimo. Contra todo pronóstico, el hijo del creador de Standard Oil y de otras tantas compañías exitosas se presentó ante los jefes sindicales, dialogó con ellos y los conquistó. El problema había sido resuelto y esto le valió el reconocimiento no sólo de su padre, sino también del presidente de los Estados Unidos. En un contexto que mezclaba millones de dólares, negocios, austeridad, personalidades y beneficiencia nació David, quien desde pequeño se reunía todos los días con sus hermanos para rezar con su padre las oraciones que debía memorizar. La relación con él era dura, vista desde la óptica del siglo XXI: esporádica, formal y por carta. Y pese a lo duro que sonara este vínculo, sus padres se preocuparon porque crecieran en un ámbito social "normal". Lo enviaron a un colegio en la calle 96 de Manhattan, donde interactuaba con chicos de otras clases sociales. En verano continuaba su instrucción: sus padres le habían asignado -tanto a él como a sus hermanos- tutoras francesas para nutrir su cultura. La niñez de David se desarrolló en su mansión de Tarrytown, en Westchester, en el estado de Nueva York. Como todos sus hermanos, sabía que pertenecía a una familia poderosa, distinta, y así fue educado, sin abandonar los principios tradicionales que tanto inculcó su abuelo. Cada uno de ellos emergió de su adolescencia con una vocación diferente, aunque todos sobresalieron. John III siguió los pasos de su padre en cuanto personalidad y empuje empresario. Nelson, el segundo de la familia, fue un político reconocido que estuvo a punto de ser presidente de los Estados Unidos: perdió las internas republicanas con Richard Nixon. Sin embargo, lograría ser vicepresidente de Gerald Ford luego de que estallara el escándalo Watergate y su antiguo rival partidario debiera abandonar la Casa Blanca. Laurance Spelman Rockefeller tendría una vocación diferente: ni político, ni empresario. Renombrado ecologista. Winthrop Aldrich, en tanto, tuvo una destacada actuación en la Segunda Guerra Mundial, en la cual también participaría David, quien revistaría en el norte de África y en Francia. Una vez concluida la confrontación bélica, L. R. sería elegido gobernador de Arkansas. Dos veces. En 1940 David se casó con su compañera durante 56 años: Margaret McGrath, quien murió en 1996 en Nueva York, a los 80 años, luego de una complicación cardíaca. Con "Peggy" -como era conocida- tendría seis hijos: David Jr., Abigail, Neva Goodwin, Margaret Dulany, Richard y Eileen. Su pensamiento económico, aunque convencido de la libertad de mercado, no era rígido ni ortodoxo en extremo, como podría prejuzgarse. Durante la Gran Depresión de 1930 era un férreo defensor de la intervención del Estado en situaciones puntuales, teniendo en cuenta las redes de contención social y humanas esenciales para asistir a los más necesitados en época de crisis. Como CEO de Chase Manhattan Bank (entidad que nació en 1955 a partir de la fusión entre el Chase y el Manhattan Bank, hoy simplemente Chase), David conoció más de cien países y participó en decenas de miles de comidas y reuniones con los más altos representantes de esas naciones. Presidentes, premiers, ministros. Todos querían compartir una cena o un almuerzo o más no sea un café con una de las máximas personalidades económicas y sociales de los Estados Unidos. Era un ser frontal y amable que se preocupaba por su interlocutor, a quien hacía sentir único en cada encuentro. Por su impulso y el de su hermano mayor, John III, -entre otros- fueron construidas las Torres Gemelas, que fueron apodadas con sus nombres los primeros años de vida. La construcción fue una de sus pasiones. No sólo por el aporte artístico que ofrecían a su amada Nueva York, sino también por la ayuda que representaba para la generación de empleo y como techo para familias de bajos recursos. En 1994 fundó el Centro David Rockefeller para los Estudios de América Latina de Harvard, una escuela dedicada al estudio de la región, con la que estuvo comprometido desde la década del 60.