Por Roberto Tassara
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Con republicana generosidad, el presidente Macri ha proclamado: “Mi compromiso es quedarme hasta el último día que me necesiten”. ¿Cuál será ese día? ¿El 10 de diciembre de 2019? ¿O la misma fecha, pero de 2023? El propio mandatario lo dejó en claro cuando blanqueó, hace un año, su intención de ir por la reelección. Hace dos meses, imaginando el “aeropuerto conjunto” proyectado entre Santa Fe y Paraná, dijo que tal vez lo pueda ver realizado “en el próximo mandato”.

Ahora, también habla de reformar la Constitución, para eliminar las elecciones de medio término, como las de este año, que someten al gobierno a un examen a mitad de camino, cuando los beneficios del “cambio” aún están por venir. “Tenemos -dijo- que ir a un sistema donde tengamos elecciones cada cuatro años”.

Hace 22 años, Carlos Menem se postulaba a la reelección para “completar mi obra”. Hoy, Macri anticipa que irá en busca del jardín soñado, del que sólo se ven algunos “brotes verdes”

Pero la realidad es un obstáculo despiadado. Según medición del Instituto Di Tella, su imagen de 2015 a hoy cayó en picada, y tanto el propio mandatario como su ministro más político, Rogelio Frigero, reconocen que cualquiera sea el resultado de las Primarias, “vamos a seguir siendo minoría” en el Congreso.

Pese a las fotos de Macri con sus pares del G-20, Morgan Stanley confirmó que Argentina es país “fronterizo” (periférico). La ex canciller Susana Malcorra advirtió que el ritmo de endeudamiento es “insostenible”. El Centro de Estudios Macroeconómicos (CEMA) y la Fundación de Estudios Económicos (FIEL) alertan por el déficit fiscal, mientras se destinan 50.000 millones de pesos de la Anses para microcréditos y consumo.

Huyendo hacia adelante, el gobierno promete una reforma fiscal en la que los inversores foráneos no creen, porque todos los gobiernos del 83 para acá la prometieron y no cumplieron. La mayoría de los gobernadores tampoco creen en la ley de coparticipación federal prometida. Los sindicalistas desconfían de una reforma laboral “negociada” con medio millón de desocupados detrás, como es de temer.

Lo que se agrieta es el modelo de “cambio” gradual. El que eligió Macri cuando puso a Prat Gay en Economía, en lugar de Carlos Melconian, quien proyectaba un dólar a 20 pesos. Los economistas desplazados del gobierno fogonean un equipo en las sombras, por si el gradualismo fracasara. Con los mercados en rebelión, por más gobernabilidad que aportara la CGT, el “último día” del gobierno de Cambiemos podría anticiparse. El tema es quiénes pagarían el precio más alto del fracaso.