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GENTE

9 de septiembre de 2014

¿Comemos o nos alimentamos? Hambre oculta, una problemática silenciosa que preocupa

Saciar el apetito no siempre es sinónimo de estar bien alimentado. Una dieta deficiente en determinados micronutrientes puede causar lo que los especialistas denominan hambre oculta. Qué enfermedades puede padecer alguien en apariencia bien nutrido

Lejos quedaron las épocas en que un niño con exceso de peso era visto como "sanito". Hoy se sabe que los dos extremos, la obesidad y la desnutrición, son malos para la salud.

Ahora bien, tampoco alguien en apariencia "bien alimentado" (ni gordo ni flaco, digamos) lo está necesariamente. Y eso es lo que preocupa a los especialistas de un tiempo a esta parte.

La hora de la comida puede llegar a ser problemática en algunos hogares. Niños a los que no le gustan las verduras, o bien aquellos que pretenden comer milanesas con puré todos los días. Y muchos de ellos, para peor, suelen almorzar en el colegio, lejos de la mirada de sus padres.

No es muy complicado que un niño consuma alimentos que le aporten las calorías necesarias para vivir. Sin embargo, no siempre éstos contribuyen a una dieta equilibrada ya que suelen no incorporar las vitaminas o minerales suficientes.

Esto es lo que los especialistas llaman "hambre oculta", que no es ni más ni menos que una deficiencia de micronutrientes en la dieta de una persona, que puede incrementar el riesgo de enfermedades crónicas o provocar retrasos en el crecimiento.

De manera silenciosa, la deficiencia de micronutrientes puede acarrear graves problemas.

Infobae consultó al doctor en Nutrición y Alimentos Rodrigo Valenzuela Báez, de la Universidad de Chile, quien detalló que, según estudios científicos recientes, "esta situación es más común de lo que parece: más de 2 mil millones en todo el mundo la sufren, tal vez, sin saberlo". Por lo tanto, a pesar de no ser una cuestión tenida en cuenta por la sociedad en general, es importante que se empiece a prestar atención a ello.

Acerca de qué debe incluir la alimentación de un niño para ser completa y balanceada, el especialista remarcó que "lo primero es que consuma una amplia variedad de alimentos: carne vacuna (idealmente con poca grasa), pollo y especialmente pescados grasos o de agua fría (fuente natural del DHA), cereales (pan y fideos), frutas, verduras, leguminosas, productos lácteos, huevos, frutos secos, semillas, aceites vegetales". Y por otro lado –enfatizó– "deben consumir excepcionalmente bebidas gaseosas, golosinas y alimentos fritos, considerando el elevado aporte energético, de azúcar y/o grasa".

El hambre oculta a nivel global conlleva serios problemas que, más allá de relacionarse con deficiencias en el crecimiento de niños, puede derivar en anemias crónicas, trastornos visuales y disminución de la capacidad intelectual, entre otras afecciones. Una solución parcial para estos sectores de la población que tengan dificultades para obtener estos nutrientes, es la fortificación de productos para que, de esa manera, las personas en cuestión puedan alcanzar al menos un porcentaje de la ingesta recomendada de las mencionadas vitaminas.

Lo que no puede faltar

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Valenzuela Báez destacó que la falta de vitamina A perjudica al sistema inmunológico y daña la visión, sobre todo en menores de cinco años. Esta vitamina, junto con el ácido graso DHA, resulta primordial para el desarrollo y la agudeza visual. Entre otros alimentos, podemos encontrar vitamina A en verduras de color naranja o amarillo como la calabaza, la batata y la zanahoria.

Por su parte, el DHA, que proviene de la familia del Omega 3, además de mejorar el estado de los ojos y contribuir a la preservación de la vista, también resulta vital para el desarrollo cognitivo ya que representa el 97% de los ácidos grasos presentes en el cerebro. Este nutriente se puede encontrar en peces de agua fría como el salmón, bacalao, caballa y atún. Otro nutriente que aporta al correcto desarrollo cognitivo es el yodo, que también es esencial para el buen funcionamiento metabólico. De hecho, su deficiencia está relacionada al retraso mental en los niños y al bocio en los adultos. Se puede ingerir yodo a través del consumo de alimentos como mariscos, pescados y crustáceos.

Según la Resolución N° 46/03 del Reglamento Técnico Mercosur sobre el Rotulado Nutricional de Alimentos incorporados al Código Alimentario Argentino, el valor de Ingesta Diaria Recomendada (IDR) de yodo es de 13 μg (microgramos), el de vitamina A es de 600 μg y el de Omega 3-DHA es de 300 mg. Entre otros nutrientes, esta normativa recomienda ingerir por día 700 mg de fósforo; entre 80 y 120 calorías de glucosa; 4 mil mg de potasio, 14 mg de hierro y 7 mg de zinc.

El potasio es un mineral que se puede encontrar en verduras como la lechuga, el tomate y la zanahoria, o en frutas como la piña y la banana, entre otros. Por su parte, se puede ingerir fósforo a través del consumo de cereales, quesos, huevo, frutos secos y verduras como la zanahoria y brotes de soja.

En cuanto al hierro, podemos hallarlo en las carnes rojas, legumbres, frutos secos y cereales. Otra fuente de hierro pueden ser las leches fortificadas. Mientras tanto, la glucosa está presente en lácteos y varias frutas como ciruelas, mangos, piñas, dátiles, manzanas, cocos, entre otros. Por último, se puede consumir zinc a través del cacao, legumbres, maní y de carnes como la de cordero y de res.

Sin dudas, los beneficios de incorporar estos alimentos son muchos. Por ejemplo, una dieta rica en DHA sienta las bases para un correcto desarrollo neuronal y visual, lo que le permitirá a un niño tener un desarrollo cognitivo normal y un adecuado rendimiento escolar a lo largo de su vida.

En ese sentido, el especialista recomendó que "desarrollar preparaciones atractivas, incorporar color a las preparaciones, y respetar los horarios de las comidas" es la manera ideal de incorporar en la alimentación del niño los alimentos que no le gustan.

Un dato a tener en cuenta es que "si el niño indica no tener hambre, siempre se le debe ofrecer un lácteo (leche o yogurt) o una fruta".

Y lo más importante: los adultos que tienen a cargo la alimentación de los niños, deben darles el ejemplo, teniendo una dieta saludable también.

"Si el niño indica no tener hambre, siempre se le debe ofrecer un lácteo (leche o yogurt) o una fruta"

Valenzuela Báez brindó un ejemplo de menú para tener en cuenta:

Desayuno: 1 vaso de leche, 1/2 pan con huevo

Colación a media mañana: 1 fruta (ir variando cada día) más un yogurt

Almuerzo: pescado cocido o al horno que puede ir con queso, acompañado de arroz, y ensalada de tomate con zanahoria, condimentada con aceite, limón y poca sal.

Colación o merienda: 1 vaso leche, 1/2 pan con queso y tomate

Cena: algún guiso con pollo o carne, y ensalada de lechuga.

Incluir durante el día tres a cuatro vasos de agua.

Lo que el hambre oculta acarrea

Consultado sobre las consecuencias de la carencia de estos nutrientes, Valenzuela Báez explicó que "según la gravedad de la carencia, las consecuencias pueden ir desde la muerte, pasando por ceguera o daño visual, retraso mental, deformación ósea y muchas otras dolencias graves, hasta fatiga, falta de concentración, falta de apetito y otras en sus formas más leves".

En este sentido, las posibilidades de desarrollar alguna afección ligada al hambre oculta son mayores en poblaciones vulnerables, debido a que no existe demasiada variedad en los alimentos que son consumidos diariamente. "Esta situación es mayormente vista en países en vías de desarrollo, que son quienes sufren muy a menudo problemáticas ligadas a la desnutrición", consideró.

 

 

Según estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en América del Sur el 11,5% de los niños sufre desnutrición crónica. La invisibilidad de esta problemática hace que el tema pase inadvertido, a pesar de que en América Latina sus efectos se hacen notar: existe un 12% de niños con problemas moderados y severos de crecimiento. A nivel local, el panorama mejora un tanto, aunque no resulta mucho más alentador ya que el número asciende a un 8 por ciento.

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