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En el pequeño pueblo Rose Creek, el magnate minero y matón Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard) se adueña de todo. Y lo que no puede comprar lo consigue matando y quemando. El villano más poderoso en época de villanos, un tiempo en el que la ley poco importa en un recién nacido Estados Unidos posterior a la Guerra Civil. Es el Lejano Oeste, y se aprovechan las ventajas que da la ausencia de justicia para obtener todo.

Tras matar a varios hombres que ni siquiera conocen las armas e incendiar una iglesia para obligar al resto del pueblo a regalarle sus tierras, una mujer (Haley Bennett) sale con su hermano (Matt Bomer) en busca de ayuda.

En un paraje se encuentra con Chisolm (Denzel Washington), un cazarrecompensas y oficial de policía experto en manejo de armas y violencia. "Esto es todo lo que tenemos", le dice la mujer llamando la atención del profesional por la desesperación. Al enterarse de la situación, que livianamente asegura que es una misión imposible, comienza a reclutar bandidos, estafadores, indios comanches y ex militares para que se sumen.

Así se une a Josh Faraday (Chris Pratt), Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke) y su compañero Billy Rocks (Lee Byung-hun), Jack Horne (Vincent D’Onofrio), Vásquez (Manuel García-Rulfo) y Teddy Q (Luke Grimes). Nace entonces este grupo de "Los siete magníficos", que por algunos pedazos de oro irán a eliminar al maldito Bogue. Con un ataque inicial que les da cierta jerarquía, deberán entrenar a quienes hayan quedado en el pueblo y quieran resistir a la tiranía.

Vale la pena recordar que estamos hablando de la remake de una remake. La idea original fue de Akira Kurosawa, que en 1954 creó Los Siete Samuráis. Seis años después, John Sturges la adaptaba llevándola al Lejano Oeste en pleno auge del western y con un gran elenco (Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn, Horst Buchholz, Robert Vaughn, entre otros).

Quizás haya sido el tiempo, el pasaje de manos o simplemente no haya otra excusa más que la falta de ideas que, al parecer, está de moda en Hollywood, pues el filme es chato, una historia de buenos y malos cual superhéroes y villanos actuales, pero con un guión que ni siquiera es gracioso cuando debería serlo.

Sólo tiros, muertes exageradas y algo de sangre salvan al largometraje del aburrimiento extremo, aunque en ningún momento explica sinceramente que quiere parodiar un género ya visto.