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POLITICA

23 de noviembre de 2015

Cómo pasó el PRO de ser una fuerza vecinal a romper con el bipartidismo en Argentina

Con identidad propia y la figura de Macri a la cabeza, derrotó al kirchnerismo de la mano del frente Cambiemos. Origen y ascenso del fenómeno que desafió un paradigma político

Mauricio Macri se convirtió en el primer presidente argentino surgido de elecciones limpias que no registra un origen peronista o radical desde que rige la Ley Sáenz Peña. En su carrera política, que se puede rastrear hasta 20 años atrás, tuvo acercamientos y acuerdos con los dos partidos predominantes de la historia. Pero se decidió por privilegiar su propio armado. Y ganó.

El jefe de Gobierno porteño quebró de esa manera la lógica binaria que guió la vida democrática del país. Lo hizo apañado por una alianza; no obstante, su partido, el PRO, es el mascarón de proa indiscutido de Cambiemos, el socio mayoritario de un frente que someterá a prueba sus resortes con el correr de la gestión.

El sello como tal se patentó en 2005, aunque su raíces se remontan hasta incluso antes del 2000. Durante un tiempo no buscó proyectarse más allá de las fronteras para las que había nacido: la ciudad de Buenos Aires. Ahora, 10 años después, ocupa la Casa Rosada, conserva el gobierno de su terruño y hasta arrebató al peronismo el manejo de la Provincia. Así, se reveló capaz de disputar el poder a las fuerzas tradicionales y sacudir el tablero de un juego que hasta ahora parecía reservado a dos.

Pragmatismo, el ADN de un partido pensado para ganar

El libro Mundo PRO, que hace una radiografía detallada de ese universo, observa que el partido florece "de las cenizas del sistema" que explotó con la crisis de 2001. Pese a que construyó una identidad al presentarse como el lugar de quienes "se meten en política", buena parte de sus cuadros provienen de familias con tradición en el área. Acaso porque, en gran medida, se nutrió de dirigentes de fuerzas que quedaron deslegitimadas con aquel estallido.

Bajo la misma bandera amarilla se conjugan dirigentes con pasados peronistas y radicales, empresarios de variada estirpe, técnicos emanados de think tanks y de ONG´s. Esa heterogeneidad está amalgamada en los conceptos de "gestión y eficiencia" y otros valores que priman en el mundo de los negocios para enfrentar problemas.

"El PRO es un partido de centroderecha pero moderno y pragmático. Prefiere ganar antes de tener la razón", explicó a Infobae el sociólogo Gabriel Vommaro, coautor de un libro junto Sergio Morresi y Alejandro Belloti .

"EL PRO PREFIERE GANAR ANTES DE TENER LA RAZÓN"

Pese a mantener una distancia respecto de la política, el macrismo no reniega de la militancia. "Al contrario, encuentra canteras de militantes, aunque en determinados espacios con más facilidad que en otros: la militancia como carrera profesional, por un lado, y la militancia como voluntariado, por otro", apunta la investigación

Y no obstante la prédica posideológica que se adjudican hoy sus integrantes, el PRO arrastra una condición que con los estudiosos de la materia suelen atribuir a viejas estructuras: el personalismo. La figura de Mauricio Macri, como marca, excede al partido. Por mucho que se esfuercen en hablar de "los equipos", el hombre que asomó a la vida pública en Boca es una suerte de presidente, DT y número 10 en simultáneo.

PRO for export y alianzas

El macrismo entendió hace tiempo que la figura de su líder era insuficiente para ser competitivo a nivel nacional. En los últimos años ensayó numerosas recetas para acercarse a otros espacios y explorar acuerdos. Fue sabio en el manejo de los tiempos y un excelso negociador.

La expansión no fue sencilla. La propaganda sobre la gestión en la Ciudad pudo ser efectiva en sus alrededores, pero con la lejanía pierde efectividad. Entonces se exportó otro producto: Macri. Y con él, la noción de "éxito", otra vez una palabra atada al mundo empresarial. Por eso se valió de figuras destacadas en áreas como el deporte y el espectáculo para hacer conocida su propuesta.

En muchos casos, la estrategia mostró buenos resultados, incluso algunos fuera de cálculo. Pero el despliegue fue escaso para colmar un armado federal. Fue allí que recurrió a las alianzas.

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El PRO tuvo una carta ganadora para todos sus acuerdos. Con astucia y muñeca (y también por cierta irreverencia política), había conseguido quedarse con el epíteto de "oposición" mientras otros frentes mostraban posiciones oscilantes en varios temas . En buena medida, es sucedió porque el PRO y el kirchnerismo se alimentan entre sí con sus diferencias. "Se coconstruyeron, nacen de la misma época y terminan eligiéndose como rivales. Uno es producto del otro", apuntó Vommaro.

La idea de "oposición" -que en tiempos electorales se tradujo en el clivaje continuidad/ cambio- guió su agenda de negociaciones. Con ese estandarte se plantó ante sus futuros socios: la UCR y la CC de Elisa Carrió.

La coalición se benefició en un despliegue de alcance nacional que por separado no tenía cada integrante. "El PRO puso los votos, sobre todo por Macri; el radicalismo puso la estructura; y con Carrió se garantizaron tener adentro a la principal francotiradora de la oposición", remarcó el sociólogo.

Cerrado el trato, un discurso meticulosamente estudiado, sumado a factores externos, le permitió al conglomerado adueñarse del voto antiperonista. Ya con otro escenario, el PJ no hizo a tiempo de reunir sus pedazos -o no quiso- y fue dividido a una elección que le mostró el cansancio que había con un estilo de conducción.

Gloria, tensión y el trípode unitario

El abrupto despojo del kirchnerismo fue capitalizado casi por entero por esta nueva expresión, y en particular por el macrismo. En cuestión de semanas, el PRO pasó de sortear con escaso margen la defensa de su título en la Ciudad a derrotar a dos boletas peronistas en la provincia de Buenos Aires y ganar a nivel nacional. Con un sólo radical en sus fórmulas, se quedó con los tres poderes ejecutivos más determinantes del país.

Y hay más. Consagrado como un partido fuerte en las grandes urbanizaciones, se mostró sólido en todas las provincias del centro: Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Mendoza.

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Con todo, ya antes del triunfo nacional se oyeron ruidos dentro de la alianza. Las asimetrías dieron lugar a los roces. El radicalismo levantó la voz para exigir lugares, pero el que hasta ahora salió más fortalecido es el partido amarrillo.

"Macri va a intentar depender de los aliados lo menos posible", arriesgó el politólogo Julio Burdman, consultado por este medio. Señaló que el triunfo inesperado de Vidal en la Provincia alimentó las disparidades internas en Cambiemos.

Para Burdman, el nuevo escenario pone en jaque el paradigma binario. "Habrá un sistema de tres partidos, con el PRO habiendo llegado a un lugar que no había tenido ningún otro en la historia", pronosticó. ¿Sugiere con esto que se quebrará el acuerdo con la UCR? No necesariamente. A su entender, hay diferencias irreconciliables en el espíritu de uno y otro, y tarde o temprano saldrán a la luz.

El diagnóstico es compartido por Ana María Mustapic, profesora del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). En un entrevista publicada por el sitio El Estadista, Mustapic abonó la teoría de un juego de tres. "Plantearía la necesidad de estar preparado para gobernar a través de coaliciones, ya sea parlamentarias, de gobierno o informales. Creo también que, de ser tres partidos, las propuestas de políticas públicas de esos partidos tendrían más peso, serían más relevantes a la hora de decidir si coaligarse y con quién coaligarse", remarcó.

El panorama también es novedoso desde el punto de vista de la distribución geográfica del poder. Enhebrar los gobiernos de Nación, Ciudad y Provincia bajo un mismo color no había pasado hasta ahora en la corta historia que contempla a la Capital Federal en su autonomía. Ocurrió durante la tríada Kirchner-Ibarra-Solá, pero la morfología de cada proyecto era confesamente distinta. Hoy eje Macri-Rodriguez Larreta-Vidal muestra otra sintonía, pero también otra relación: los segundos no son considerados sino los brazos del primero. ¿Seguirá siempre así? Burdman estimó que en la medida que el ex jefe de Gabinete y la ex vicejefa de Gobierno porteño defiendan los intereses de sus gobernados aparecerá de manera inexorable una distancia hacia su líder

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