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4 de junio de 2024

A 50 años del primer título de Newell´s: el golazo inolvidable en el clásico ante Central que hasta Fontanarrosa hubiese hecho cuento

Se cumplió medio siglo del clásico rosarino que definió el Metropolitano del 74. El tanto de colección de Mario Zanabria le dio el primer campeonato al club por el que pasaron Messi y Maradona

El gol de Mario Zanabria que le dio a Newell's el primer título de su historia />
El gol de Mario Zanabria que le dio a Newell's el primer título de su historia

Y había llegado el momento. Nadie podía haberlo soñado más atrapante, porque a orillas del Paraná estaba lo mejor de nuestro fútbol y entre los clásicos rivales se iba a determinar el título. El sorteo quiso que ese inolvidable encuentro tuviera como escenario el estadio de Central, que empezó mejor y se puso en ventaja, como recuerda Mario Zanabria: “Al principio no hubo superioridad de ninguno. Ellos mantuvieron su línea de juego de agruparse bien atrás y tratar de explotar en contragolpe, mientras nosotros tratábamos de llegar tocando. El primer tiempo ya se terminaba y Pavoni hizo un penal llegando tarde a un cruce. El árbitro Dellacasa indicó que se pateaba y listo, no había rebote ni segunda jugada. Gabriel Arias lo pateó muy bien. 1-0 abajo y a los vestuarios puteándolo a Pavoni por lo que había hecho (risas). Salimos convencidos de que podíamos, pese a que Central era un equipo difícil para entrarle. Las acciones eran equilibradas y a la salida de un córner, le hicieron una cortina a Carlos Aimar, que metió el cabezazo para el 2-0. El panorama era muy complicado, pero por suerte casi no tuvimos tiempo de ponernos a pensar, porque de inmediato llegó el descuento de Armando Capurro, también de cabeza”.

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La invasión y el intento de vuelta olímpica, con Zanabria como protagonista

Un rato más tarde, cuando ya habían ingresado en la recta final del clásico, llegó el zurdazo inmortal de Marito, el que sigue produciendo la admiración de todos. De alguna manera, ese título, cerraba la herida abierta en diciembre del ‘71, con el famoso gol de Poy de palomita en el estadio Monumental, que le dio a Central uno de los triunfos más festejados de la historia. Zanabria también había jugado en esa tarde: “Aquello había sido muy doloroso para nosotros, sin bien era la semifinal, igual nos ganaron y luego fueron campeones. La gente de Newell´s lo tomó también así, como que la deuda estaba pagada”.

En el reloj del árbitro Dellacasa aún quedaban dos minutos por disputarse, pero los hinchas rojinegros se metieron en el campo de juego, provocando la suspensión y la represión de la policía con graves incidentes. Juan Carlos Montes dejó su testimonio de lo vivido allí, que se emparenta más con la ficción que con la realidad: “La gente no se aguantó e invadió la cancha de Central a pocos minutos del final, por lo que no pudimos dar la vuelta olímpica, cosa que sí hicimos en nuestro estadio, porque nos fuimos directo para el Parque Independencia. El tema es que el público también se metió y les sacaron toda la ropa a los jugadores, con el inconveniente de que a los pocos días teníamos que viajar a México para un cuadrangular amistoso, del que también participaba Central y dos equipos de ese país. En la utilería no había quedado nada de nada (risas). Yo tenía un negocio de ropa sport en el centro de la ciudad y había una persona que venía siempre, porque era hincha de Newell´s, que confeccionaba pulóveres. Le comenté de la situación y le dije si se animaba a hacer la indumentaria completa del equipo, aclarándole que era urgente. El hombre paró su fábrica y se puso a trabajar. El material lo conseguí yo mismo, hablando con otro conocido, que tenía una casa de venta de sábanas y manteles. Con esa tela, hicimos las camisetas y los pantalones, quedaron espectaculares, pero no era lo más adecuado para unas casacas, porque se pegaban al cuerpo, lo mismo que los pantaloncitos. Cuando me trajeron las muestras me di cuenta, porque soplabas y ya transpirabas (risas). Entonces hizo dos juegos de una especie de camisas con botones, con los números cosidos en la espalda. Había que ir si o si a México, porque la multa era de 7.000 dólares. Resulta increíble, pero fue así”.

La base era la misma de los años anteriores, apenas con el retoque del regreso de la estirpe goleadora del Mono Obberti, tras el breve paso por Brasil, y la incorporación de Sergio Apolo Robles, quien había demostrado su habilidad como puntero en Juventud Antoniana de Salta. No hubo inversiones enloquecidas ni grandes compras. La apuesta, como tantas veces en los equipos rosarinos, era al semillero y la gente del club. El cuadro se fue consolidando con el paso de las fechas, desde la sobria seguridad del golero uruguayo Carrasco y una línea de fondo con dos centrales que luego demostrarían su capacidad en River y en Boca respectivamente, como Pavoni y Capurro, más los laterales incansables, como el potente Rebottaro y el excéntrico Barreiro. El Gringo Berta los corría a todos en el medio, con el auxilio de Picerni, que también colaboraba con el departamento creativo que era casi exclusiva propiedad de la zurda de Marito Zanabria. Juan Ramón Rocha con un 11 mentiroso en la espalda, se tiraba atrás para la elaboración, con el fin de abastecer al olfato goleador de Obberti, y los infinitos desbordes de Cucurucho Santamaría.

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El golazo de Mario Zanabria que valió un campeonato

Muchas veces, no hay mejor reconocimiento que el elogio del eterno adversario. Y en el caso de Rosario Central, nadie mejor que el inigualable Roberto Fontanarrosa: “En las escalinatas de la Piazza Spagana de Roma siempre se juntan jóvenes turistas, mochileros y desharrapados, que lo eligen como punto de encuentro. Allí mismo me había arrojado la sabiduría del destino, una tarde de 1974. Por ser mi primer viaje a Europa me había olvidado, en parte, que en Rosario ya se debería haber disputado esa final que proclamaba al campeón del Metropolitano. Entre la multitud de pibes que había en ese lugar, no tardé en detectar al grupo de argentinos, a quienes les pregunté, ansioso, por el resultado. Cuando me lo confirmaron, agradecí estar en esa ciudad disputada en la Edad Media, por bárbaros y bizantinos, residencia del Papa, y no en Rosario, donde, sin duda, los hinchas Leprosos deberían estar festejando como locos su primera estrella. Aquel de Newell´s era un equipazo. Un día, charlando con Jorge Valdano, le confié que si Dios hubiese depositado sobre mí la pesada carga de ser hincha de Newell´s, yo hubiese escrito, sin dudas, algún cuento sobre esa final de 1974 en cancha de Central. Porque tuvo todos los condimentos necesarios para armar un gran relato, mal que me pese. La tensión, el drama de la derrota inminente, la esperanza y el grito agónico de la hazaña sobre la hora. No por nada, aquel zurdazo de Marito, aún hoy es levantado como bandera de lucha por la gente del Parque”.

Y así será por siempre. Pasó medio siglo y aquellas fotos amarillentas parecieron cobrar vida, cuando hace unos años, en esos extrañamente maravillosos hallazgos, aparecieron las imágenes a color de una grabación casera. Allí pudimos detectar que nadie exageró y que el gol legendario fue tan extraordinario como lo contaron: ese zurdazo de Zanabria que se clavó una tarde en un ángulo y eternamente en el corazón rojinegro.

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