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11 de abril de 2025

El régimen talibán prohibió los salones de belleza

Mujeres como Rehyana Najib continúan atendiendo en secreto para sostener a sus familias, arriesgándose diariamente a detenciones y represalias por parte de la Policía

>En una casa modesta al oeste de Kabul, Rehyana Najib, una joven esteticista de 22 años, dirige un salón de belleza clandestino para sostener a su familia. Desde julio de 2023, cuando el gobierno talibán prohibió oficialmente los salones de belleza femeninos, muchas mujeres como ella se han visto obligadas a continuar su labor en secreto, bajo amenaza constante de detención o represalias.

Desde su reapoderamiento en agosto de 2021, los talibanes han implementado una serie de decretos que limitan gravemente los derechos de las mujeres afganas, incluyendo su derecho al trabajo, la educación y la libre circulación. La orden de cierre de salones de belleza se suma a una lista de restricciones que han provocado el retroceso de décadas de avances sociales.

La represión ha sido tan severa, que incluso la sospecha de tener un salón de belleza en casa puede provocar amenazas o detenciones. “Nadie puede visitar los salones ya y hay hombres armados apostados frente a cada uno”, afirmó Najib.

Según el documento, en los primeros seis meses desde la entrada en vigor de estas normas, el agosto pasado, más de la mitad de las detenciones registradas se debieron a “hombres que no tenían la longitud de barba o el peinado reglamentarios, o a barberos que realizaban cortes de barba o de pelo no reglamentarios”.

Las consecuencias económicas también han sido significativas. Según la Najib, antes su salón atendía de 30 a 35 novias al mes, con ingresos de entre 6.000 y 10.000 afganis por servicio (entre 84,94 y 139,68 dólares). Actualmente, esa cifra ha caído drásticamente a entre 6 y 10 clientas mensuales. “Ahora una mujer piensa: ¿para qué teñirme el cabello por 3.000 afganis, si puedo comprar un saco de harina y algo de aceite para mi casa?”, explicó Najib.

La presión económica se suma a la desesperanza generada por la falta de perspectivas educativas. Najib cursaba el décimo grado cuando su escuela fue cerrada. Su aspiración de convertirse en ingeniera quedó truncada. “Mi mayor sueño era ser ingeniera para servir a mi país, pero la vida se ha vuelto tan dolorosa que ese sueño sigue sin cumplirse”, declaró con emoción contenida.

El impacto de estas restricciones se refleja también en los datos más recientes. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), al iniciar el año académico 2025, unas 400.000 niñas más han sido excluidas de la educación, lo que eleva el total a 2,2 millones. Para Rehyana, las afganas lo han perdido todo. “Todas las mujeres educadas están en casa, sin saber qué hacer”, recalca.

(Con información de EFE)

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