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POLITICA

12 de julio de 2014

El ALBA, de la euforia chavista al presente autoritario

Al momento de su creación diez años atrás, esta "alianza bolivariana" fue producto del fervor izquierdista que vivía la región. Ahora, en medio de un extendida crisis económica y con presidentes que buscan perpetuarse en el poder, se erige como un reflejo incontestable de la decadencia del populismo latinoamericano

La Alianza Bolivariana para América fue un producto del entusiasmo chavista. Su creación en 2004 se enmarca en una época signada por el crecimiento electoral sostenido en la región de expresiones políticas de izquierda y populistas.   Es necesario empezar señalando, si se desea analizar la relación de estos gobiernos regionales con la democracia, que Venezuela lleva un gobierno continuado de 15 años, aunque recién en 2008 se fundó el Partido Único de la Revolución Socialista (PSUV), Bolivia ya arrastra 9 años de interrumpido gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) y de Evo Morales (todo indica que tendrá otro mandato), y que en Ecuador Rafael Correa y su Alianza País promueven la reelección indefinida luego de 7 años en el gobierno (de la relación entre los hermanos Castros, otros puntales del ALBA, y la democracia, creo que no es necesario decir mucho: es inexistente).   "En América Latina para ganarle a cualquier gobierno lo tenés que hacer por knockout, nunca se le puede ganar por puntos" repite un avezado consultor en campañas políticas. Este es el rasgo de las democracias plebiscitarias de la región. El republicanismo está fuera de moda y en retirada. El que detenta el Poder Ejecutivo lo tiene todo: subyuga a los parlamentos, avasalla a la Justicia, y controla a los medios de comunicación.   Los gobiernos más radicales también optan por un discurso y una acción tendiente a dividir sus sociedades entre buenos y malos, en amigos y enemigos cuyo resultado implica negar el concepto de alternancia en el poder. ¿A quién se le ocurre que se le puede entregar el poder al enemigo interno? Nicolás Maduro es el representante más cabal de esta nueva corriente autoritaria.   En muchos de estos casos el dinero de la corrupción se vuelca de lleno a las campañas de estos oficialismos, las gestiones de gobierno se personalizan y son el atajo para hacer campañas y sortear la veda electoral, las autoridades electorales son apéndices de los Ejecutivos y cambian las reglas en su provecho. Los partidos de la oposición tienen que hacer malabares para no perder su condición de competitivos.   Hagamos un repaso de la situación en la región en lo que respecta a la forma en que la oposición decide enfrentar a estos Ejecutivos.   En Venezuela se da el caso más extremo. Allí el chavismo barrió con todo y hasta tuvo la pretensión de conformar un partido único de la "revolución bolivariana". En este país se conformó la Mesa de Unidad Democrática en el 2008, cuando ya era muy evidente el proceso de concentración autoritaria que estaba llevando a cabo Hugo Chávez. Casi 30 partidos de extracciones ideológicas muy diversas, desde los tradicionales Copei y Acción Democrática, pasando por partidos afiliados a la Internacional Socialista como Un Nuevo Tiempo hasta partidos marxistas leninistas como Bandera Roja, integran este espacio.   En Venezuela se producen las elecciones más inequitativas de la región, y esto no solo lo asegura la oposición sino uno de los cinco integrantes del Consejo Nacional Electoral, Vicente Díaz. Sin embargo, esta estrategia de unidad le trajo buenos resultados electorales. Las últimas protestas ciudadanas y estudiantiles mucho tienen que ver con el fraude denunciado en el marco de las elecciones presidenciales de 2013. La diferencia fue exigua: 7.587.532 obtuvo Maduro (50,61%) contra Henrique Capriles 7.363.264 (49.12%). La MUD ha sido una estrategia exitosa para enfrentar a un gobierno cívico militar que técnicamente ha dado un autogolpe para conservar el poder; aunque también puede asegurarse que en la actualidad atraviesa una crisis dado que integrantes, como Voluntad Popular (del detenido Leopoldo López), consideran que la vía electoral la ha cerrado el propio gobierno.   En Bolivia, Evo Morales va por un tercer mandato luego de una polémica interpretación de la Constitución que sostiene que esta reelección es legal dado que las dos elecciones continuas permitidas constitucionalmente se contabilizan desde 2009 con el nacimiento del Estado plurinacional. Por lo tanto la elección de 2014 sería la segunda.   La oposición ha intentado conformar una gran coalición; sin embargo, todo parece indicar que quedará trunca. Hoy el escenario opositor está fraccionado en dos. Samuel Doria Medina (Frente Unidad Nacional), que obtuvo su candidatura luego de realizar una encuesta con otros precandidatos, entre ellos el dirigente social Rafael Quispe, realizó desde el Frente Amplio un acuerdo con el Movimiento Demócrata Social del gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas. Así conformaron la Concertación de Unidad Demócrata (CUD) que debutó con algunas deserciones que no digirieron esta alianza.   En otro espacio alejado de este quedó Juan del Granado del Movimiento Sin Miedo, quien fue alcalde de La Paz en varios períodos. Este espacio controla dos alcandías, La Paz y Oruro. La división de la oposición le allana el camino a un envalentonado Morales que sin dudas aprovechará esta oportunidad en octubre de este año.   En Ecuador, Rafael Correa ha dicho, luego de la dura derrota electoral sufrida en las elecciones regionales de este año, que buscará modificar las normas para poder consagrar la reelección indefinida y así garantizar con su candidatura la continuidad de su "revolución ciudadana".   En la última elección presidencial Correa le sacó 35 puntos de ventaja a su contrincante Guillermo Lasso. Como resultado de esta experiencia todo indica que los ganadores de la última elección local tratarán de conformar una coalición aunque no será nada fácil.   Este pantallazo nos indica que los partidos gobernantes que integran el ALBA no se llevan muy bien con la idea de alternancia. Solamente parecer reclamar esta condición democrática esencial cuando están en la oposición, una eventualidad que los líderes populistas parecen desear -así lo parecen sugerir sus derivas autoritarias- que nunca suceda.

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