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ACTUALIDAD

2 de abril de 2015

A 33 años de Malvinas: ¿cuánto vale la soberanía?

Como en cada dos de abril, el país conmemora no sólo el inicio de la Guerra de las Malvinas, sino también la reivindicación de la soberanía nacional sobre aquel territorio patagónico que permanece desde hace años en manos extranjeras quienes, férreas en sus intereses económicos, desconocen cualquier reclamo nacional. Así entonces, esta fecha nos invita a reflexionar profundamente sobre términos tan fuertes como guerra, soberanía e identidad a la vez que a posar la mirada sobre lo absurdo del derramamiento de sangre.

Sin lugar a dudas la cuestión Malvinas es una herida profunda en nuestro ser nacional; similar al sentimiento que tienen los serbios por Kosovo, este territorio anclado en los mares del sur es mucho más que un simple archipiélago para cada ciudadano ya que se ha configurado en un símbolo absoluto de nuestra soberanía y en una significación imaginaria al respecto de lo que representa ser argentino y cómo hemos de defender nuestra identidad.

 

 

Desde pequeños nos han enseñado que las islas son argentinas por derecho y que por cientos de años han estado bajo la ocupación ilegítima de Inglaterra quien hace oídos sordos ante cualquier explicación histórica e incluso geográfica. Las Malvinas son las perlas australes que nos han robado; no se trata sólo de territorio, sino también de orgullo.
 

 

Ahora bien, toda nación para constituir su concepto de Patria debe acudir a símbolos, héroes y relatos bélicos que narren tanto su constitución histórica como su origen identitario, en donde el ser nacional se va moldeando para distanciarse de los colonizadores extranjeros y formar un pueblo "autóctono". Por supuesto que las Malvinas entran de lleno en esta simbología porque nuestro ser también se ha conformado alrededor de las derrotas y las sustracciones que hemos sufrido. Cada argentino ha crecido a sabiendas que, como país, no estamos completos, que nuestra soberanía está herida y hasta tanto no nos sea reconocido el derecho de legislar sobre absolutamente todo nuestro territorio no podrá sanar.

Fue precisamente esta herida la que fue tomada como excusa para llevar adelante la Guerra de las Malvinas en 1982, conflicto producido por un gobierno tiránico y antidemocrático que pretendió aumentar su escasa popularidad con una batalla épica que tuviera como finalidad la recuperación por la fuerza de aquel territorio. Los aplausos, los vítores, la ilusión y la alegría patriótica duró un suspiro, como era de esperar; detrás del supuesto clamor reivindicatorio no habían más que intereses espurios y una negligencia total que se pagó con la sangre de miles de argentinos, argentinos que acudieron al mentiroso llamado de la defensa por "la Patria".

¿Qué entendemos por Patria? ¿Acaso vale la Patria más que la sangre humana? Son estas preguntas que como sociedad tal vez nos debamos responder, pero quizás en este hecho histórico puntual podemos observar que la "Patria" fue utilizada como un faro para movilizar espíritus jóvenes que estaban siendo mandados a la muerte. ¿Defender la patria de quién? ¿Del extranjero invasor o del enemigo interno que condujo al país a un tiempo de terror y lo coronó con una guerra idiota?

Habrá quienes pensarán sin duda que la guerra es un medio necesario para constituir nuestra soberanía; así se hizo históricamente y la falla de 1982 fue más técnica que ideológica; si hubiese habido una correlación de fuerzas y un ejército mejor armado, quizás la acción bélica hubiese sido justificada. Sin embargo, en un día que nos invita a pensar sobre la soberanía, debemos preguntarnos si esta visión es la única posible. ¿Acaso los atentados contra nuestra soberanía son pura y exclusivamente bélicos? ¿No se ve amenazada también por los grandes grupos económicos internaciones que buscan obtener sus ganancias a costa de la contaminación y la eliminación de nuestros recursos naturales? ¿No se la golpea cuando la cultura extranjera se impone masivamente sofocando la propia?

Así entonces, el dos de abril se convertirá en una fecha trascendente en nuestro calendario si es motivo de una reflexión que vaya más allá del hecho histórico de una guerra absurda movilizada por mentes pueriles que no vacilaron en sacrificar cientos de soldados como ya habían hecho desde 1974 con miles de sus conciudadanos, para cuestionarse verdaderamente qué entenderemos por soberanía y cuáles han de ser los caminos para constituirla pacíficamente y atendiendo todos los frentes que atentan contra ella. Porque nuestra soberanía estará íntimamente relacionada con la construcción de la identidad nacional, pero ninguna identidad puede consolidarse a partir del derramamiento de sangre, no al menos si deseamos vivir en un mundo más humano.

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